LDA: Las adaptaciones cinematográficas.

Hoy, día en el que se estrena la esperada adaptación cinematográfica de la novela La Quinta Ola, el tema de si llevar a la gran pantalla historias basadas en libros es realmente una buena idea se presenta ante nosotros sin poder casi evitarlo.

Lo que sí es cierto es que, sea cual sea la opinión de cada cual y recurriendo únicamente a los datos numéricos fríos y objetivos, la cantidad de películas estrenadas en los últimos años cuyo argumento viene precedido por un libro ha aumentado exponencialmente. Con esto no quiero decir que nunca jamás antes de la llegada de la revolución del séptimo arte durante el siglo XXI se hubiera llevado una novela al cine; de hecho muchas de las adaptaciones más míticas se hicieron antes de estas fechas. No obstante, ha sido en este periodo de tiempo cuando la industria de las adaptaciones ha hecho ¡BOOM! y de repente cientos de lectores han podido ver cómo sus historias favoritas tomaban la forma de una película —¡o incluso la de una serie de televisión!

Seguro que se os han venido a la cabeza numerosos ejemplos puesto que, como ya he dicho, es prácticamente imposible no haberse topado con uno de estos fenómenos alguna vez. A estas alturas, no hay nadie sobre la faz de la tierra que no haya oído hablar de Harry Potter, personaje creado por la británica J. K. Rowling y protagonista de la saga más famosa de mundo. Últimamente otros autores como John Green se han sumado a esta corriente cada vez más de moda dentro de la cual también encontramos a la exitosa serie Juego de Tronos, basada en las novelas de George R. R. Martin; y otras de las que pocos conocen su origen literario como es el caso de Crónicas Vampíricas o Pequeñas Mentirosas.

Pero, ¿qué tienen en común todas estas historias? ¿Qué las convierte en las elegidas por los directores para dar el salto a la pequeña o a la gran pantalla? Probablemente muchos se muevan por el hecho de que de una manera o de otra, sus películas van a tener espectadores al contar con ese bagage de fans nacidos de las novelas, y que terminarán viendo las adaptaciones, porque la verdad es que a todos nos gusta ver nuestros libros preferidos adaptados al cine —aunque muchas veces el resultado final no se corresponda con lo que nosotros esperábamos, sí, pero nos gusta, las cosas como son. 

La emoción del momento en el que desvelan el cast, los primeros stills y los teaser trailers… Todo esto se vive con un entusiasmo y una ilusión que más tarde se esfuma cuando comienzan a aparecer las primeras quejas. Nunca falta esa persona a la que no termina de convencerle el actor elegido para el papel protagonista y recurre a la típica frase de «es que yo no me lo imaginaba así». Por lo hablar de, una vez estrenada la película, aquellos que se escandalizan cuando se han saltado la escena del tercer párrafo de la página 257 en la que el personaje principal se detiene en medio de la calle a esperar en un semáforo; que igual en realidad es una estupidez que no influye para nada en el transcurso del argumento pero, por favor, «es que no podía faltar»…

Estos inconformistas que siempre tienen algo que objetar, que nunca están completamente satisfechos con el resultado de las adaptaciones deben comprender que es imposible contentar a todo el mundo y —lo que es más importante—: que por mucho que nos empeñemos, por mucho que tratemos de acercarlos por la fuerza, el cine y la literatura nunca dejarán de ser dos cosas completamente diferentes, con objetivos diferentes y un público diferente.

El día que os lectores comprendamos esto y apartemos esa concepción del cine que muchas veces roza el egoísmo, aprenderemos a disfrutar las películas como lo que realmente son: una manera diferente de contar una historia, y no un simple artículo más de merchandising.

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